Correos
No les voy a mentir, hace ya mucho tiempo que he dejado de recibir correos personales y sólo recibo: o insulsas cadenas de amor, dicha y fortuna por siempre (en estos momentos me pregnto si por nunca haber abierto esos correos es que estoy del lado obscuro); o correos invitándome a alargar partes de mi anatomía, a cursos de liderazgo, a visitar páginas de contenidos que en este momento no puedo ni describir, etc. Es decir, el mejor conocido como SPAM (digo mejor conocido porque a aquella persona a la que no le haya llegado por lo menos un correo así que me lo diga). Bien, pues no hay nada peor que ello, o bueno, quizá sí haya algo peor que ello, esperar un correo que no llega. Encender la computadora con esa ansiedad con la que el coronel iba a la oficina de correos, y así como el coronel, encontrarme con que yo tampoco tengo quién me escriba. Supongo que todos están muy ocupados como para hacerlo, lo comprendo, pero aquél asunto de Mathilde (la protagonista de "largo domingo de noviazgo"), de escribir cartas hasta recibir respuestas, es una chorrada, eso no sucede en la vida real y la realidad es todo aquello que insiste en recordarte que tus sueños no son más que eso, sueños.