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Patadeperro

Pata filosófica

Historia de amor eterno en tres episodios

Las hay, incluso conozco una (que no me gusta nada), antes, sólo las había admirado en “Los amantes del círculo polar”. Creo que si hay historias de amor que cruzan diferentes tiempos, sólo que no todas son de pareja y/o sexuales:
Primer episodio:
Corría el año de 1992, estaba en mi último año de prepa, era baterista de un grupo de rock, tenía 18 año, era feliz. Un par de años antes, mi amigo Alex, en aquella obsesión que nos había dado por comprar todos los discos de “Rock en español”, había comprado un disco (acetato por supuesto, los CD´s todavía estaban lejos de nosotros) en cuya portada aparecían 4 greñudos, con un look a lo The Cure pero en versión nahual y un nombre de película mexicana vieja: Caifanes. Fue amor a la primera canción.
Ese día, apenas unas horas antes de mi examen final de matemáticas V con Lupita Alfaro, la mayor bruja de todas las profesoras (digna de aparecer en alguna historia de Harry Potter, eso si, como la mala), había un concierto en el Casino de la Feria de Colima, no me detendré mucho en los detalles que podrían llenar una enciclopedia entera, sólo cien personas en la presentación del “Diablito” su segundo disco. Un concierto casi íntimo, casi perfecto en donde al final, y gracias a las “gracias” de una amiga que nunca fue mi amiga, me fui a mi casa con unas baquetas de Alfonso André que todavía guardo como uno de mis mayores tesoros de juventud, del examen, mejor ni acordarme, valió la pena reprobarlo.
Yo crecí con esas canciones, mi grupo tocó varias, me volví un fan total, recuerdo incluso que algún día hablé de ellos (de su canción “la célula que explota”, que junto con “viento” son dos de los himnos de mi juventud), con una tipa que años después volvería a estar en mi vida, como una fascista, nada más.
Segundo episodio:
Se había acabado una época, una generación habíamos crecido escuchando sus canciones en bares, discotecas, fiestas y en la intimidad de nuestra habitación, ya no éramos los mismos, ahora teníamos un poco más de dinero, un poco menos de fuerza y más preocupaciones, era el año de 1997 o 98, no recuerdo bien, por ese entonces vivía en Monterrey, estaba terminando la maestría, otros eran mis sueños, había abandonado la música, ahora sólo era un admirador de ella. Fue en el Auditorio Fundidora, el concierto era la presentación de un Ave Fénix, un grupo que había renacido de las cenizas del que fue el más emblemático para toda una generación: surgía Jaguares y yo estuve en su presentación, creo que era su segundo concierto con esa nueva formación. Ese primer disco era bueno pero fue cuando tocaron las “clásicas” que la banda se entregó. Pasó el tiempo, ya no era lo mismo y siguieron varios discos que no tuve, pero “El silencio”, siempre será para mi uno de mis discos favoritos.
Tercer episodio:
Hace poco estuvieron aquí, en el homenaje a Cárdenas, una amiga, que trabajaba en un restaurante mexicano me dijo que fueron a cenar, que le estuvieron tirando la onda a una chava de Puebla que los atendió como mesera, y que terminó preguntándole a mi amiga: “¿Quiénes son esos?”, tiene 20 años, es lógico que no los conozca, a ella le gusta Rebelde.
Hoy en la noche tocan de nuevo y nuevamente tengo mi boleto, ya no es lo mismo, ellos lo saben, yo lo sé, y sin embargo, cuando toquen la célula, viento, antes de que nos olviden, detrás de los cerros y muchas más,  volveré a ser el mismo, aunque ellos ya no lo sean y los gritos ahora no pasen de carraspeos, aunque falte la guitarra perfecta de Marcovich, aunque no esté el bajo preciso de Sabo, aunque ya no tenga 18 años y el tiempo haya pasado tan deprisa. Hoy, veré “De Caifanes a Jaguares” y quizá revise en su música, lo que ha sido mi vida en estos años, ya les contaré.

Las luces de Colima (desde el estacionamiento constitución)

Hace años, muchos años, menos kilos y más cabello, la ciudad se fue obscureciendo, las luces encendiendo, las promesas llegando, los sueños volando. Hace poco lo recordé, lo comenté con orgullo, con nostalgia. Todos los tiempos pasados siempre fueron mejores, no lo sé, no lo quiero creer, pero ese dia fue bueno, muy bueno, y las luces siguen ahí, fieles como las promesas, a pesar de las noches obscuras. Y aquí seguimos: peleando, intentándolo; unas veces lográndolo, otras veces sin lograrlo, pero nunca sin pelear. Vaya pues una luz más, desde Madrid hasta guanatos, para usarse cualquier noche de estas en caso de obscuridad.

Hoy por la mañana

Si todas las mañanas fueran como esta, no me importaría tener insomnio por siempre, por siempre.